APRENDER A SOLTAR

cambios

2018 fue el año con más cambios de toda mi vida. Y para avanzar tuve que aprender a soltar.

El 10 de enero, mi sobrina y ahijada Analía falleció luego de que una encefalitis furiosa atacara su cerebro. Hacer mi duelo mientras sostenía a mi mamá – que acababa de perder una nieta – fue una de las situaciones más difíciles que atravesé en mi vida. Y como el cuerpo grita lo que la boca calla, terminé entrando 6 veces al quirófano para ser sometida a cirugías diversas. Solté el dolor y me aferré a la vida; escuché a mi cuerpo y entendí que lo que no decimos no muere, nos mata.

En abril mi hija Julieta pudo concretar el sueño de la casa propia, y crédito mediante se mudó a su flamante departamento para iniciar una vida en común con su pareja. Solté a mi pichona y la ayudé a volar del nido, que no quedó vacío en absoluto, porque estoy llena de proyectos.

El 5/5 – a mis 55 – dejé de fumar. Había encendido el primer cigarrillo en mi adolescencia. Creí que iba a ser difícil deshacerme de mi “compañero” de los últimos 40 años, pero no. Solté ese humo dañino tras el que escondí tantas cosas y llené mis pulmones de aire puro, renovando cada célula de mi cuerpo.

El 31 de agosto, renuncié a la empresa donde trabajé los últimos 22 años. Me sentía estancada y desconectada en ese lugar. Atreverme a salir de la zona de confort fue el mayor acto de valentía y confianza en mí misma que podía regalarme. Comenzar un nuevo camino asusta, pero sin riesgo nada nuevo sucede. Solté mis miedos y me aferré a las ganas de crear una vida mejor para mí.

Dice Paulo Coelho: «…No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas” por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción… Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo.»

Miro mi vida y me siento bendecida. Estoy viva. Estoy sana. Estoy de pie.

Mi deseo para el nuevo año que comienza, es que encontremos el coraje para soltar amarras. Todo lo que deseamos está al otro lado del miedo.

SUELTO Y BENDIGO.

FELIZ NAVIDAD. FELIZ 2019

EL OTRO COMO ESPEJO

«Este tiempo de introspección es necesario. Confía en mí, y sigue buscando en tu interior. El afuera te está mostrando dónde debes trabajar. Es a TI que las cosas te molestan, te irritan, te desencajan. Eso habla de tí. Aprovecha los maestros para mirarte, usa el malestar como linterna que te alumbre el lugar que debes limpiar. No es fácil, lo sé. Pero te aseguro que es una liberación entender que el otro no puede lastimarte, sino que en realidad está haciéndote el favor de mostrarte tus zonas menos iluminadas, lo que debes pulir y trabajar. Con este conocimiento muere el apego, porque también aprenderás a reconocer que todo lo bueno que ves en los otros en realidad está en tí, que puedes verlo. El camino del guerrero es solitario, pero el reposo del guerrero es en el amor.» (canalizado 7/10/12)

SOBRE EL CORAJE

«Sé que tienes miedo. No hay certezas. Sólo puedes vivirlo si te atreves. Y de nada sirve el pasado, todo gira y todo cambia. No habrá garantías, y viejos dolores aparecerán para recordarte lo que aún no has sanado. Es animarte o permanecer inmóvil, segura pero incompleta. Tú eliges. Usa tu cabeza a tu favor y no la conviertas en tu enemiga. Tú manejas tus pensamientos. Tú creas. Tú puedes hacer la diferencia. Este es el momento de demostrar tu valentía y tu valía. Adelante!». (canalizado 25/7/13)

LA QUIETUD APARENTE

Minientrada

Deja de lado la cabeza. Recupera tu eje. No te desanimes y sobre todo, no te sobreexijas. Déjate llevar. Conoce la placidez en la espera. Descubre tus tesoros. Y cuando digo «descubre», hablo no sólo de que tú los veas, sino que los des-cubras y los compartas con los demás. Estás reciclando muchas cosas en tu vida. Confía cuando te digo que vas con el paso justo. No te apresures. No hace falta, y además, aún cuando apures el paso, eso no hará que las cosas sucedan antes. Tú sólo sigue en pie y no te detengas. El camino vendrá a tí. Quiero verte felíz. (canalizado 26/5/13)

MI BUSQUEDA ES SENCILLA – Por Gioconda Belli

 

He encontrado a mi paso amigos, enemigos, intelectuales, conocidos, pero aún continúo en mi búsqueda, porque lo que busco, es solamente un hombre.

Un hombre seguro de sí mismo, que no tema a mi plena realización como mujer, que jamás me considere su rival en ningún aspecto, sino que sea para mí como yo para él, eternos compañeros.

Un hombre que no tema a la ternura, que se atreva a ser débil cuando necesite detenerse a recobrar fuerzas para la lucha diaria, que no piense que el amarlo me derrota y que al amarme, lo aniquilo.

Un hombre que me proteja de los demás y de sí mismo, que conozca mis errores, los acepte y me ayude a corregirlos.

Un hombre que en cada amanecer alimente nuestro amor con delicadeza, que sepa que para mí, una flor entregada con un beso, tiene más valor, que una joya entregada por medio de un mensajero.

Un hombre con quien pueda hablar, que jamás corte el puente de la comunicación, ante el que me atreva a decir todo lo que pienso, sin temor a que me juzgue, que sea capaz de decirlo todo, hasta que no me ama.

Un hombre que tenga siempre los brazos extendidos para que yo me refugie en ellos cuando me sienta avergonzada o insegura, que conozca su fortaleza y mi debilidad, pero que jamás se aproveche de ella.

Un hombre que sepa ser siempre más fuerte, que el más fuerte de los obstáculos, que jamás se amilane ante la derrota, y para quien los contratiempos sean más estímulos que adversidad, que este seguro de ser un hombre, que no tenga que demostrarlo a cada instante.

Un hombre que no sea egoísta, que no pida lo que no ha merecido, pero que haga el esfuerzo por obtenerlo, porque se lo ha ganado.
Un hombre que se respete a sí mismo, porque así sabrá respetar a los demás, que no recurra jamás a la burla o a la ofensa, puesto que más se rebaja el que los hace, que el que los recibe.

Un hombre que no tenga miedo a amar, ni se envanezca porque es amado, que goce cada minuto de amor como si fuera el último que no viva esperando el mañana, tal vez nunca llegue.

Cuando lo encuentre, lo amare intensamente, y me pregunto: ¿Acaso ese hombre eres tú?

VOLVER

Fué larga la ausencia. Después del ritual de despedida no me quedaron palabras. Necesitaba permanecer en mí, quedarme adentro, terminar de sanar mis heridas.

Acá estoy. Volví. Más fuerte. Más entera. Más consciente. Viene a mí la frase del poeta «lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado». No sería esta que soy si no hubiera atravesado esos parajes. Agradezco cada momento vivido, no reniego de nada. Elegiría nuevamente las mismas historias, porque cuando lo hice fué con pasión, arriesgándome, poniendo el corazón y todas las ganas. El resultado es anecdótico. Acá estoy YO, para dar fé de que lo que no mata fortalece.

Volví. Vengo por más.

El que da con los brazos abiertos recibe con todo el cuerpo… ACA ESTOY!

RITUAL DE DESPEDIDA

Era una mujer de rituales. Casi todo en su vida lo era: el desayuno en la cama, el café recién hecho, el jugo y las tostadas, la copa de vino mientras preparaba la cena, el champagne y las velas a la hora del amor…

Tenía que encontrar la manera de exorcisar aquel dolor. Casi 9 años de promesas, sueños, proyectos, encuentros y desencuentros, noches y amaneceres. Lo había amado. Cuánto lo había amado!. Pero ya no podía continuar. Su cuerpo se lo pedía a gritos; las señales eran como carteles luminosos en los que ella no quería poner atención, pero ahí estaban.

Se fue sola al mar. A aquella playa que los había cobijado, la que había sido testigo de esos días en los que todo parecía posible, solos él y ella, donde se sentían invencibles y se juraron amor eterno, ese mismo mar que fue testigo de su primer viaje juntos y también de ese anillo que significaba la voluntad de una vida compartida.

Repasó su historia. Recorrió cada uno de los recovecos. Leyó cada una de sus cartas, escritas desde el otro lado del mundo  y a través de las cuales ellos habían empezado a imaginarse y a desearse. Cada palabra era un puñal que se le hundía en el medio del pecho. Cada promesa incumplida, un dolor difícil de poner en palabras. Lloró, lloró mucho por la pérdida de esa ilusión, buscando la manera de despedirse de lo que ya nunca sería.

Se sentó en el balcón, ubicado justo frente a las olas; sólo unos médanos la separaban de semejante inmensidad, y el ruido de la marea sonaba en sus oídos con la belleza de una sinfonía. Cerró los ojos y meditó. Dicen que cuando uno reza es uno el que habla y Dios escucha, pero que cuando se medita, uno escucha y es El quien habla. De repente lo supo. Eso era lo que tenía que hacer!.

Buscó en la cocina una frapera, irónicamente el símbolo de sus noches con él, un código compartido tan propio, tan íntimo… Tomó las cartas y las rompió una a una en pedazos, depositándolas en el recipiente. Después encendió un fósforo y vió cómo las hojas cambiaban de color, borrando cada una de las letras que habían significado tanto. El fuego se elevaba reflejándose en sus ojos, hasta que no supo si era el humo o las lágrimas lo que le nublaba la vista. Tardó más de lo que ella esperaba en consumirse totalmente. Al igual que su historia, por momentos la llama parecía agotada y volvía a surgir, para luego ir desapareciendo lentamente. Después de un rato que se le hizo eterno, el humo cesó, señal de que cada palabra había sido consumida – esas, que no habían sido consumadas. Se sintió aliviada.

Pensó en bajar a la playa a tirarlas al océano, pero el recipiente estaba aún caliente y sin lugar a dudas se quemaría. Mejor esperar a que se enfríe, no quería agregar una herida más a las tantas ya sufridas. Miró el humo que quedaba, tan débil que parecía mentira que hubiera albergado tanto fuego. Había esperado tanto que bien podía aguardar hasta el amanecer para bajar a la playa y entregar las cenizas al viento.

Miró desde el balcón el mar, se embebió de su sonido, sentía el frío de la noche, que no era nada comparado con el de su alma. Se sirvió una copa de chardonnay y brindó a su salud, le agradeció todos los momentos, se despidió de él, pero no de los sueños propios, que aún vivían en ella. A lo lejos se percibía la luz de un barco navegando, que interpretó como una señal.

Miró al cielo, que no ostentaba ninguna estrella, desde donde la luna creciente parecía decirle que también ella debía atravesar sus fases para mostrarse en toda su plenitud. Y sonrió.

SI YO FUERA…

Alguna vez se preguntaron qué serían de no estar dentro del cuerpo que habitan?. Hace varios años hice este ejercicio y aquí lo transcribo, y aún cuando hoy seguramente me identificaría con otras cosas, preferí publicar el original. Esta aparente elección aleatoria que hacemos puede decirnos mucho sobre nosotros y cómo nos vemos… 

ANIMAL: Sería una leona. Por felina, por madraza, por salvaje.

PLANTA: Sería una enamorada del muro, planta trepadora que absorbe la humedad que le sobra a las paredes, embelleciendo el entorno.

COSA: Sería una caja, seguramente rústica y artesanal, de esas que uno tiene para guardar objetos sentimentalmente muy valiosos.

POEMA: Corazón Coraza, de Mario Benedetti. Por todo.

MINERAL: Sería una piedra semipreciosa de las que abundan en la naturaleza, estaría en el cauce de algún arroyo, sintiendo sobre mí la caricia y el susurro del agua que corre.

ELEMENTO DE LA NATURALEZA: Sería una ola. Porque rompe y vuelve a levantar. Porque en su interior puede hallarse el placer del surfista y el dolor del ahogado, porque oculta debajo de sí cosas maravillosas.

COLOR: Sería el negro. Por intenso, por sobrio, por elegante, por absoluto.

OLOR: Sería el de alguna hierba, podría ser albahaca. Olor de presencia inconfundible.

SABOR: Sería salado, eso sin dudas. Debería pensar en alguna comida, pero me viene a la mente la piel recién salida del mar.

SONIDO: Sería alguna melodía como la que producen los llamadores de ángeles hechos en caña… una especie de ruido a viento leve, que arrulla.

CANCION: “The Greatest Love”, de Whitney Houston

PAIS: Sería Argentina. Por luchadora, por contradictoria, por insegura de sus propios valores, por cosmopolita, por única.

OTRA MUJER: Quizás Camila O´Gorman, que se enfrentó a poderes políticos, sociales y familiares por el amor que sentía. Tal vez Julieta Capuleto, que también llevó su amor hasta las últimas consecuencias. A estas mujeres deben mis hijas sus nombres

LAS CICATRICES Y EL TIEMPO

Esta tarde leía sobre la piel, nuestro órgano más extenso y posiblemente el más sensible, el que señala nuestros límites… el que nos permite dar y recibir.

Hace un par de días me sometí a una cirugía por un cáncer de piel en la cara. El tercero que me extirpan (los anteriores fueron en la espalda y el escote). Incluso este de la cara había sido operado con anterioridad por una cirujana plástica, que priorizando el tema estético no extrajo la totalidad del tumor.

Ultimamente estuve haciendo un paralelismo entre las heridas del alma y las del cuerpo. Así como mi ACV me indicaba claramente la desconexión que existía entre mi cabeza y mi corazón, estos tumores reincidentes en la piel tenían un mensaje que evidentemente no estaba queriendo ver (porque a la hora de ser testaruda y porfiada… compito para el Guinness).

Si la piel es eso que nos delimita, nos permite comunicarnos con los otros, si todo lo que la trasciende pasa a nuestro interior… tal vez mi cuerpo estaba diciéndome que estaba exponiéndola demasiado, que hacía falta tomar consciencia de su fragilidad y empezar a cuidarla un poco más – y no me refiero solamente al sol.

Ya afrontando las consecuencias de mi soberbia y mi inconsciencia, me vino a la mente esta reflexión sobre el tiempo y las cicatrices. Y tomando como ejemplo el tajo de 4 cm. que surca mi cara en este momento, noté que los temores, preocupaciones y emociones son más o menos similares que cuando algún dolor me atraviesa el corazón.

En este momento estoy aún con los puntos de sutura, mirando mi cicatriz y tratando de incorporarla a mi nuevo esquema corporal. Me da miedo que no mejore, que sea demasiado evidente, que todo el mundo al mirarme me pregunte qué me pasó y que eso termine siendo mi carta de presentación. Sin embargo, y porque no es la primera vez que entro a un quirófano (algunas veces por obligación, otras de puro gusto, lo admito) sé que esta primera impresión es fuerte, pero que con el correr de los días y los cuidados adecuados se irán cumpliendo los ciclos normales que tienen las heridas:

  • Al principio impresionan, molestan y preocupan (uno siente que ya nada será como antes, y es verdad, pero no es tan terrible como parece).La herida duele, molesta, pica, tironea, casi no podemos pensar en otra cosa y se transforma en nuestro tema de conversación preferido. En este estadío es fundamental ser muy riguroso en cuanto a los cuidados, atención y paciencia que se debe prodigar al suceso. Exponerlo antes de tiempo a la luz del día podría ocasionar una pigmentación que quedará impresa por el resto de nuestra vida, recordándonos permanentemente el costo que tiene  intentar acelerar el tiempo natural de las cosas.
  • Pasado el primer período crítico, comienza a hacerse visible el trabajo de recuperación que lleva a cabo nuestra piel (si bien nosotros solemos descubrirlo en un momento determinado, en realidad es un proceso gradual). De repente, ya no nos da tanta vergüenza mostrarla, probablemente señal de que comenzamos a asumirla como propia. Retomamos nuestra vida social y aprendemos a llevar a cabo nuestra rutina con la herida a cuestas.
  • Finalmente, pasado algún tiempo – casi siempre cuando estamos distraídos en otra cosa – de repente vemos o tocamos nuestra cicatriz y notamos que ya no duele, no molesta, no nos averguenza, y hasta podría decirse que aprendimos a quererla, es parte de nuestra historia y forma parte de quienes somos en el presente. Nosotros sabemos que está, quien nos operó también, pero para la mayoría de las personas pasa totalmente desapercibida.

Lo mismo sucede con las heridas del alma. Al principio pensamos que no vamos a poder superarlas, que nos marcará para siempre como un estigma, que la vida ya no será igual… y en un punto esto es cierto… siempre que aprendamos a cuidarnos, a prodigarnos los cuidados necesarios, si tenemos paciencia y si no permitimos que eso nos defina.

Somos la suma de todas nuestras vivencias, glorias y fracasos, risas y lágrimas, y tenemos que entender que no seríamos quienes somos si nunca hubiéramos puesto la piel en juego. Son heridas de guerra que debemos lucir orgullosos, mostraremos las cicatrices visibles mientras las otras permanecen dentro. Bien dice el poeta: “lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”.